Monday, November 13, 2006

Leyenda Ebe

Llegaba el Ebe a la barriada de San Antonio como el equipo que no se deja vencer por los chicos de Galisteo desde hace dos o tres años. Con el primer cacique, otros cronistas opinan que no ha perdido el Ebe en el campo del Seminario hará no menos de un lustro. Terreno para el mito y la leyenda.

Leyenda que se va engrandeciendo. El Atlético Ebe sumó un empate que suma un único punto para la tabla. Un empate, no obstante, que añade un año más, que sean dos, a la maldición de San Antonio. El crimen contra el valor. El estúpido parloteo contra un grito unánime de honor. Panocha contra Futre. El Currucho contra la Venta. La estadística dirá que se empató a dos goles. La victoria es, se mire por donde se mire, de los chicos de las pinturas. En lo moral y en lo estético. En lo anímico. En lo alcohólico. El Currucho derrotado y cerrado por indecencia a eso de las cuatro de la tarde, así que los caciques cayeron en el Guti.

El partido fue de los de tripe B: bronco, brusco y barriobajero. Los chicos del barrio (de San Antonio) ofrecieron patadas, codazos, manos e intimidaciones como catecismo de idea futbolística. El Ebe ofreció el resto, esto es: el fútbol. Para lo bueno y para lo malo. Del Ebe nacieron los dos goles de San Antonio. Dos errores en su zaga sirvieron para que un tío desmelenado se adelantara en el marcador por dos veces. Pinda poco pudo hacer, siendo su actuación más que notable en el resto de los lances del juego. Muy seguro por alto, hizo suya la idea de más vale balón repelido que ciento en la red. Lo de Bonano es otra filosofía: el “fuera por mucho” tiene su interés, esto es innegable, pero depende en demasía de que Roberto Óscar Tito Bonano se haya lavado bien las legañas la mañana del partido.

Por dos veces se adelantó el San Antonio y por dos veces reaccionaron los chicos de Futre. El primer gol fue el del escorzo. Andaba Felipe en medio del área con el balón perfecto para su zurda. Por ahí no pasamos. Felipe le da con la derecha o con la del medio, la zurda la tiene de muleta. Así que trató de controlar para engatillar con la derecha. Gatillazo, más bien. Su control, no obstante, se convirtió en asistencia para el primo. Sprint de 60 metros para llegar a los brazos del Futre. Sprint que olía a reivindicación. No es mala forma de reivindicarse un golito pero queda más poso tras unas cañas y un par de caciques-cola. Como recomendación…

El segundo gol tuvo más historia. Toque, toque, toque, toque, tacón, balón al hueco, regalo al segundo palo donde Jorge, levitando en plan Santa Teresa, marca de cabezazo inapelable. Ahí no hubo reivindicación. Gol de Jorge para Jorge. Al Futre que le follen. Por eso, y otros errores, se anda pensando la titularidad del pichichi del equipo. Y ya está pensando en nombres… toda vez que Ruud viene de marcar cuatro goles en el Reyno de Navarra. (Otra forma de reivindicarse, el autoblog!).

La segunda parte fue un cúmulo de despropósitos, de cambios, de tarjetas, de manos. Desaparecido el fútbol, Futre se puso el traje de Super héroe y tras calentar en la banda sus aires de grandeza entró en el terreno de juego como el defensor de lo que más ama en este mundo, antes, parece, que su novia: el deporte Rey. Lástima que de super héroe pasó a X-Men, un mutilado más dentro del campo. Grave fue lo de Futremon. Grabado en la memoria del Ebe quedará lo de Felipe y Justo.

Como diría un carnicero, vayamos por partes. Lo de Felipe fue por mucho pensar. Acostumbrado a cavilar con el miembro y para el miembro, se vio desarmado en una situación nueva: pensar con la cabeza y para el balón. Delante tenía un portero de futbolín que requería una de estas soluciones: vaselina, regate, autopase, regate sin balón, amago, bicicleta, rabona, croqueta, triple salto mortal, hipnotismo. Y otras cuantas que no tienen que ver con el fútbol. Qué hago, is is?, pensó Felipe. Su vida como futbolista pasó delante de sus ojos, recordó al Bosco llamándole maletero, patapalo y unípodo y creyó que no tenía más remedio que tirar, cerrar los ojos y esperar el milagro que le encumbrara y diera la titularidad por los siglos de los siglos. El balón golpeó al portero, lo mismo que en una mala jugada de futbolín, y se quedó insulso y vulgar botando en terreno de nadie. Felipe podría haber intentado un segundo remate pero ya estaba vencido por la historia. El chico del Prozac. Desde aquí rompo una lanza (o una pata de palo) en su favor: gran labor en el centro de campo, de contención y de distribución, un buen futbolista este Felipe. No es brasileño pero le sienta bien al Ebe.

Lo de Justo se pareció a lo de Futre. Se puso la mañana del domingo su traje de futbolista y aterrizó en el Seminario con alma de super héroe. Y como todo super héroe, tuvo su momento para alzanzar el Olimpo. Pero se derrotó a sí mismo. Los super héroes del Ebe no necesitan Jokers, ni Lex Luthors ni villanos tipo Panocha. Los super héroes del Ebe se inflingen la autoderrota. Justo Crouch, visto lo de Felipe, optó por la vaselina. Y le salió una nueva tipología de remate: la vaselina sin balón. El resto está todo dicho.

Los últimos quince minutos fueron un acoso y derribo del Ebe, que encontraron un buen portero y un buen travesaño. Mientras, Sna Antonio se cargaba de tarjetas por dar patadas, codazos, protestar, jugar con las manos… Un dos tres cuatro cinco seis siete ocho nueve diez once dooooooce. Tururururururu. ¡Once! Hasta once tarjetas y ningún expulsado. Música de Barrio Sésamo de fondo. El recurso del San Antonio eran balones al área y palmeos de sus delanteros. Se creían David Robinson y Tin Duncan en su mejor versión del San Antonio Spurs. Pero sólo son eso, el San Antonio, un equipo que… un equipo que no ha ganado en toda su historia al Ebe, al Atlético Ebe. Cinco puntos y Futre salva la cabeza. Como entrenador. Como jugador, no está del todo claro. Que lo debata consigo mismo…

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