Monday, December 18, 2006

Pinpocherías
































Fueron tantas las palabras utilizadas para hablar con el árbitro el domingo, que este cronista se ha quedado sin ellas.

Pero como una imagen vale mil de ellas, con esto voy sobrao.

Feliz Navidad para todos y que améis mucho, ya sea en Ávila, La Colilla o París.

Wednesday, December 13, 2006

Once del patíbulo (o algo así)

LO DEL Ebe contra el Casino fue una borrachera. Leaving Las Vegas en versión guay. En el campo, se supone. Lo de después sólo se presupone y no se darán aquí más detalles. Sin embargo, el partido tenía un guión prescrito de lo más rancio y pobre. Que decía así: el Atlético Ebe pondrá contra las cuerdas a su rival casi todo el partido, usando un fútbol agresivo y lleno de imaginación. El Casino aguantará por oficio y bemoles y acabará llevándose los tres puntos en una jugada aislada, golazo de Dieguillo tras dos o tres paradones de Pindado y los sucesivos rechaces del pichichi del Pascual. Mala leche. Así es el fútbol.

Pero el guión no gustó a los productores. Es una de estas veces que Hollywood apuesta por una trama diferente. Una de ésas donde las películas adquieren matices y los personajes se vuelven de verdad personas de carne y hueso. No gustó demasiado, por ejemplo, aquello del portero del Ebe batido tras tres paradones. Lo de la épica del cancerbero está demasiado manido. ¿Y si conseguimos que tras el acoso y derribo del Ebe su portero se meta un gol en su portería porque se le escapa de las manos? “Sí, dijo el productor ejecutivo, me huele a las viejas superproducciones, es un Espartaco moderno”. Allí donde reside el buen cine, ahí donde se administra el fútbol de quilates, el libreto del partido cayó en manos de nuevos guionistas. Y así la historia fue cambiando…

El comienzo, de todas formas, tenía un aire diferente, como de cine independiente. Tras una noche de incesante lluvia, parecía imposible jugar en el Anexo I del Adolfo Suárez. Ratas a la carrera y todos para el Seminario. Árbitro, jugadores, padres, entrenadores y los del “48 horas non-stop” echando leches para el barrio del San Antonio a jugar rapidito, previo paso por caja, que las chicas de no sé qué división de Fútbol juegan a las 12. Y si no da tiempo, dos tiempos de cuarenta minutos. Días de fútbol. Noches de bohemia. Madrugadas de ilusión.

El Ebe comienza jugando de lujo. Control, control, control. Y mucha seriedad. En la alineación titular no hay disidentes ni trasnochadores. Se toca y se juega. Acción. Los planos salen adelante sin dificultades. No es que sea cine con mayúsculas pero da para película de los lunes en Antena 3. Sin que sirva de precedente, el borracho lo ponen ellos. El tipo de la banda del Casino tiene aún el chip del Ozone, el complejo de “ponme tres dyc-cola y un dyc-8 con naranja. Sí, es que ése ha conseguido un puesto de consultor en el paseo de la castellana y se nos ha vuelto pijo”. Miraba a la banda y hablaba por los codos. Parecía que le habían puesto un espejo a Futre. Faltó que uno dijera gilipollas y el otro pringao. Pero no. Alguien le dijo: “cállate, por tu propio bien”. El tipo se pensó lo de irse a por todo el banquillo pero se vio abandonado por el alcohol. Y no se volvió a tener noticia de él.

Así llegamos al descanso.

[Publicidad: el 29 de diciembre cena en la Venta del Soto. Ya hay nuevos cupones del Gordo de Navidad del Club de natación del crío del Phillip. ¿Dónde hostias están los chándales??? ¿Y los chubasqueros? Anillos juguetones por 15 euros en el Carrefour].

Tras la reanudación, y con una buena base para poder acelerar la trama, vino la acción. Gómez, el delantero estrella del Ebe la última semana, se había lesionado en la primera parte. Vino a vengarse del Casino pero le faltó la suerte. El ímpetu que traía en la mochila se le vino encima. Trató de pasar desapercibido pero Futre, todo un director de actores, comprendió que el prota faltaba al compromiso con la escena. Lo contrario de la sobreactuación, para que nos entendamos. Houston, tenemos un cojo. Primo, calienta.
El topicazo se cumple y el Casino marca un gol con rechace desde muy lejos. Sus jugadores se felicitan con calma. Bien. Choca. Palmadita. Y sin mucha euforia vuelven a su campo. Un partido más. Es lo que tiene la previsibilidad.

Primo, calienta más. Chinarro, quítate el chándal. David, calienta. Yo, Futre, Alfonso, el Cid, caliento también.

Futre hace los cambios y decide pasar los siguientes planos a cámara lenta. Parece cine del siempre cargante Tony Scott. Mucha filigrana y poca historia. Pero Futre ha madurado y ya sabe contar sus historias de otras maneras. Para esta ocasión, decidió parar el mundo. O eso parecía. Fotograma a fotograma, vamos viendo un balón al hueco, donde aparece David Nistelrooy. En el instante en que recibe la pelota, un zoom se desplaza con gracia hacia su pie. Cambian de ritmo plano y jugador. Cuando parece que va a centrar al área, David deja seco al defensa en un amague. Y va metiéndose en el área. Y piensa. Piensa tanto que parece que el espíritu de Felipe está dentro de su cuerpo y de su fútbol. Y vuelve a sufrir el síndrome de toda una vida futbolística pasando delante de sus ojos. Pero David tiene un arma imprevista: ¡está de resaca! Y olvida, consigue no pensar, se rearma, se queda absolutamente en blanco y, dirigido por una fuerza misteriosa, saca un disparo trepidante, dudoso, enérgico, eso sí, que va directo contra su compañero de juerga de la noche anterior, Alimento, los planetas se alinean, Baco vuelve a la tierra, corre el vino y el cacique-cola y el balón entra manso tras rozar las manoplas del Ali. Unooooooooooooooooooooooooo a unoooooooooooooooooooooooo. Hay partido, hay película.

Las tramas se van superponiendo. En medio de la avalancha del Ebe, el guión toma un nuevo camino imprevisto. Pinda, Finisterre, el seguro de vida de las últimas jornadas, se viene abajo. La sombra de Pocho es alargada. La de su ciprés, también. Y un balón fácil, de los que sólo entran en la portería cuando tienes ocho años y mides un metro veinte centímetros, se le escapa hacia dentro. Casino. Mala suerte.

Pero el Ebe ya venía lanzado. Jackie Chan. Steven Seagal. Bruce Lee. Y sabían que eran agua, amigos. Y no es que se hicieran dueños del campo. Fueron el campo. Una avalancha de balones llegaban a Alimento, que aún veía doble, y triple. Balones al palo, rechaces, corners, balones sueltos al borde del área, y en uno de ellos, aparece un pecho, baja la bola, bolea y a la escuadra. Dos dos. Jorge. Crack.

El Ebe acaricia un empate que sabe a algo. Tiene algo de dulce pero no sabe a victoria. Sabe al trabajo bien hecho. Al obrero que cada día se desloma trabajando en una grúa y que lleva un sueldo casi humillante a casa cada fin de mes. Sabe a cine social, a resignación. Gusta a unos pocos y deja insatisfechos a la mayoría. Esa mayoría que pega un grito y aplaude cuando ganan los buenos. Por eso Hollywood es Hollywood. Y todo acaba como debe acabar. Porque allí saben pintar de dorado sus finales. Evasión o victoria. Balón al hueco para el primo, que sufre un ataque de locura y se cree Napoleón invadiendo Polonia. Quizá atacado por el polonio, se ve poseído por el otro Raúl. González Blanco. Y se cree tanto tanto tanto que puede meter el tercero de cuchara por la escuadra que lo consigue. Ya veterano, se da un homenaje, como en los oscar, se tira al suelo y dedica el gol a todos los que creyeron en él y en su fútbol. Esta vez Futre no está en sus pensamientos aunque le busca de reojo con la mirada. Pero Futre está muy lejos, consolando a Pinda. La alegría es un estado de ánimo con tantas tonalidades…

Que se lo digan a Justo. Él protagonizó las tomas falsas. Sí, como cuando acaba Bichos, la peli de Pixar, y se ven todas las tomas que salieron mal porque alguien estaba de guasa. Con la película acabada y los títulos de crédito rindiendo tributo a los héroes y los villanos, Justo hizo su mejor y único papel. Muchos creen que es un Abreu del área. Y puede que no les falte razón. Pero la película hay que verla entera y tiene su punto de espectáculo saborear todas y cada una de las ocasiones que Justo se fabrica, todas falladas, claro. A falta de crédito personal, suyos son los títulos de crédito. Su personaje es así. A mí me gusta.

Con las luces encendidas y el Ebe en pleno recordando los mejores momentos, los malos analizan qué ha salido mal. En las filas del Cansino se oye que no hay filosofía ni hostias. Parecían el cine español. El Ebe y su cine espectáculo se fueron al vestuario a seguir con la fiesta. Ya era tarde, así que pincharon en el vestuario el canal 99. En estas llegó con la inocencia de un niño chupando un caramelo una de las chicas de Gijón. “¿No es aquí donde ponen Pocahontas?” “No, bonita”, espetó Bonano mientras hacía su clásico movimiento de cadera, “aquí hoy tenemos Murallito”. Y la chica volvió entre espantada y maravillada al seno de su equipo, pensando en el futuro: “cuando cumpla los 18 me vengo a Ávila a estudiar turismo”.

Sólo queda por hacer una mención aparte para un imperial Javi que secó a Dieguillo. Él es Espartaco.
No. Yo soy Espartaco.
Yo soy Espartaco.
Yo soy Espartaco.
Yo soy Espartaco…

Mooooooooooooooooooovierecord…

Revolución [incompleta]

¿POR QUÉ hablar de los entrenadores cuando se puede hablar del fútbol? El día en el que el talento se reúne sobre el terreno de juego, las más de las veces, se ve fútbol. El aficionado, el curioso, el padre que se acerca a ver al hijo, el borracho que lleva dos días sin dormir y que quema su traca final de fin de semana en el campo del Santo Tomás, son capaces de experimentar en esos momentos partículas elementales de fútbol, ese elemento químico que sólo se encuentra en estado puro en el planeta Tierra; entonces se descarga adrenalina, corren las cervezas, suenan los petardos y todos, hasta el sacrificado del once titular por llevar cuatro tarjetas, vuelven a casa con fútbol en las venas, exhaustos, sí, pero llenos de mallas, largueros, barro, pitidos y fueras de juego. Gracias Futre por hacer que el fútbol sea fútbol. Gracias por tu revolución.

Dicen de Garibaldi -el tipo que unificó Italia-, la mañana de su revolución, se quedó pegado a las sábanas y a poco llega tarde al evento que cambió la historia de la península Itálica. Gómez se levantó tarde la mañana del domingo. Despreocupado, mandó un mail y apostó un par de veces en betandwin antes de partir al campo de batalla. Fue el último en llegar al calentamiento y se dedicó a calentar haciendo el movimiento del que saca de banda. Quizá un irresponsable. Quizá un genio. Los llamados a la gloria tienen estas cosas.

La revolución de Futre empezó por sí mismo. Pa gritar desde más cerca. Es que desde el banquillo no os oigo bien insultarme, botarates. Se plantó -como el jueves- en medio del equipo y sacrificó una de las patas de este equipo. La de Felipe. Y cambió el ideario del toque corto del medinillense por el balón a las bandas. A la banda. No, esta vez no me refiero a la banda de desarrapados. Me refiero el balón a la banda de Jorge. Futre llamando a banda izquierda. Balón a Jorge. Probando, probando. ¿Jorge me oyes? Hasta 18 balones le llegaron al extremo. Hay una línea de polvo blanco flotando todavía en el campo de Santo Tomás. El otro extremo tuvo mucho en qué y en quién pensar. Pero como el invento funciona, “te alabamos señor”. En una de éstas, el balón se fue hacia Tone, quien controló, miró y cambió el balón de banda al segundo palo. Como todos los cracks cuando están con el santo de cara, se equivocó pero para bien. El balón se alojó manso en la Red, con un toque suave y preciso.

El Ebe iba tejiendo un buen partido. La otra banda comenzó a funcionar también. Pequeñas sociedades como Gómez y David iban haciendo más grande la tela de araña entorno al Duperier. En una de ésas, garibaldi agarró un balón del líder revolucionario, pinchó el balón y realizó una vaselina que se habría quedado en pase raso de no ser por la estatura del portero del Duperier. Dos a cero. Lo de las vaselinas en este equipo tiene su gracia.

Aún así, el pequeño héroe se iba fraguando a base de detalles. No se fabrica un francotirador de la noche a la mañana. El Tiburón le iba dando forma a su estilo, cogía confianza, y recordaba el regate fácil, de Enésimo (el del enésimo regate) que le dio tantas alegrías en su época de infantiles. Después de 15 años de historia futbolística, Gómez vislumbraba un hueco en eso del gol.

Mientras tanto, Jorge, con resaca de Futre ya a los 25 minutos, tuvo que pedir el cambio… de banda, más cerca del agua y de las cervezas de los Ultras. Parecía Míchel en el Madrid tomando decisiones tácticas por su cuenta. Pero era sólo un borracho de fin de semana más. La clase, eso sí, no hay quien se la niegue. Agarró otro balón de Futremon, disparó cuando no tenía que disparar, enganchó el rechace y puso el tres cero en el marcador. Un poquito de agua y a correr de nuevo.


[incompleta]
[este periodista necesita un sueldo; cómo está el periodismo en este país, madre!]